-¿Vas solo?
-No. Voy conmigo.
Uno, cuando ha envejecido, jamás va solo. Lleva a rastras un collar, una cadena, sujeta con sus grilletes y sus bolas, a los tobillos. Uno va con sus luces y sus sombras, sus nostalgias y sus arrepentimientos.
Oigo, a menudo, lamentarse de la imposibilidad de repetir, y lo sabido, sabido, toda la vida de quien se trate. Sería igual. Hay una traza, que, según somos, se repetiría. Y doblaríamos la misma esquina, a la misma hora, con el mismo propósito trasgresor, porque cada uno es él mismo, al fin y al cabo, y aunque vea lo mejor, se empeña en mejorarlo, con el previsible fracaso.
-A lo mejor –me dices-, consiste la vida en aprender a conformarse con la identidad que nos correspondió en suerte o en desgracia, según.
Día, hoy, de nuevo soleado y de nuevo de reflexión porque mañana, Dios mediante, habrá elecciones. Y vuelta a votar. Un grano minúsculo, mi voto y mi fervor, en el puchero social, últimamente tan agitado. La abuela, en situación como la que nos aflige, apartaría un poco la cacerola del mayor hervor, en su cocina económica de carbón, chapas y el hierro de la cocina, que se doblaba en la punta para agarrar el disco central. De nenos, metíamos el hierro por el agujero de la chapa central de la cocina hasta que se ponía la punta al rojo blanco. Con el hierro de la cocina, se requemaba la corteza del arroz con leche, a cuadraditos, como las viejas puertas de las casonas castellanas.
Día de sentirnos soberanos, con una pizca de soberanía en el sobre, dispuestos da darnos el gustazo de votar. Una hoja, y nada más, entre el follaje del haya, fagus silvática por el enredo de ramas y de hojas, para delicia del verderón, el verderín y la familia de los jilgueros.
Se han pasado horas y horas reconfortándose, tratando, los candidatos, de suponer, encuestas y asistencias a mítines en cuenta, que van a ganar o que podrían o que a lo mejor sacan uno, aunque no sea más que por casualidad.
Voy a votar a Paco Cascos, Francisco Alvarez Cascos, el Foro de Asturias, lo sabe todo el mundo porque creo haberlo dicho alto y claro. En esta ocasión, creo que, además de ser amigo, es el mejor y lo mejor. Incluso a los del otro lado de la calle político social, les convendría darle la oportunidad de organizarnos para ganar lo que en su día y a su hora, habría que llamarlos a ellos para que concurriesen a repartir mejor en la nueva sociedad y la nueva administración que necesitamos.
Pero esa no es más que mi razón, mi reflexión. Pienso que para bien o para mal, todos tenemos pensado lo que queremos hacer mañana. Y, empecinamos, nos diga lo que nos diga, cualquiera que sea el que nos lo diga, erre que erre, echaremos el garbanzo o la faba, si preferís, al puchero. Que el buen padre Dios reparta suerte y nos ampare a todos, amigos, indiferentes y enemigos. Al fin y al cabo, dependemos todos, los unos de los otros, para que resulte posible equilibrar la convivencia en que consiste ir viviendo en paz, con justicia y sintiéndonos libres.
La otra no es vida.
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