miércoles, 18 de abril de 2012

Cualquiera puede fallar en cualquier momento. Cosa de la naturaleza humana, que nos permite ser leales, pero nada más que hasta cierto punto, más allá del cual está la parte incontrolable del yo, gobernada por genes desconocidos e incontrolables y por el subconsciente, que se cubre malamente con su centón de instintos.

Inútil pedir a alguien que sea más de lo que puede, y lo que puede limita a los treinta y dos vientos de la rosa con las treinta y muchas más incapacidades que nos limitan.

Se cansan, los más ingeniosos de nuestra época y sus vecinas, de inventar. Cada vez que inventan, lo nuevo produce sombras inesperadas. Lo más que se puede pedir es que incansablemente seamos inconformistas con dejarnos ir y tratemos de parecernos al ideal que tenemos, probablemente inalcanzable, de nosotros mismos.

Ahora mismo, en tiempos y con modos que nos hacen temer otros peores, gran cantidad de gente cambiará de hábitos. Dejará de sea amable y será porque tiene miedo. Muchos tendremos que limitarnos y eso cuesta. Da miedo, siempre que hay que bajar de estado y situación, porque nunca sabes si podrás pararte un poco más abajo ni si serás capaz de conformarte. Tentaciones te dan de apoyarte en el vecino y que sea el quien baje y utilizarlo como soporte de permanencia. Lo que llamamos crisis y no es más que un reajuste que nos devuelve a la realidad socio económica, se parece a un naufragio justo en el momento de que deje de estar en vigor la regla de que las mujeres y los niños primero y entre en vigor la del sálvese el que pueda.

Y por si eran pocos nuestros duelos, sale la presidenta argentina con la habitual espantada, tan por otra parte humana, de disimular sus carencias echando mano de los aparentes posibles del vecino. Me recuerda aquel establecimiento de hostelería que aparentaba ser una mina de oro y sus dueños traspasaron por una millonada. Cerró de allí a poco, en la ruina, porque la millonada la valían quienes allí trabajaban y se fueron al vender a otro las inertes instalaciones. Que, como los violines, sólo vibran cuando los toca alguien inspirado y hábil.

No hay comentarios: