Me parece grotesco, no es más que un punto de vista, pero es
el mío, que se impute a los bancos por acción o por omisión la culpa de que la
economía vaya como va. No son culpables.
Los vascos están deseando volver a su negocio habitual, que
es por otra parte el que mejor manejan y conocen, de arrendarnos nuestro propio
dinero, es decir prestárnoslo intercambiando el de los que lo tienen y los que
lo necesitan, cobrando su parte por ello.
Procurarán siempre que se lo prestemos a ellos barato y
cobrárnoslo a nosotros lo más caro posible. No podemos quejarnos. Nosotros, la
sociedad de que formamos parte, es la inventora de los bancos.
Y como ocurre siempre, el invento de los bancos como
redistribuidores de la utilidad del dinero, fue un brillante y beneficioso
invento, pero con su correspondiente parte oscura.
Pero esa es otra historia. A lo que íbamos era a que no son
los bancos los que deben prestar dinero a troche y moche, hacen muy bien en
seleccionar en estos tiempos de agua turbia, de entre la multitud de utopías y
timos encubiertos, que mezclados con proyectos de buena fe, pero inviables,
llueven sobre la mesa de las comisiones y consejos de quienes deciden si
prestar o no un dinero que siempre es nuestro, o por vía de habérselo confiado
directamente al banco para que lo administre y nos proporcione parte de su
rendimiento o por vía de utilización de fondos procedentes del erario de todos.
La culpa de lo que ocurre corresponde a quienes pudiendo
hacerlo, se niegan a agruparse en grandes unidades económicas, compuestas por
asociaciones empresariales de producción diversificada con mando y
representación únicos, que nos las que con probabilidades de éxito pueden salir
a competir en los mercados.
Esas son a las que los bancos están deseando prestar el
dinero, pero no al cien por cien de la inversión, sino a porcentajes de cooperación
que, siendo suficientes, sean además previsiblemente amortizables con arreglo a
proyectos económicamente razonables por su asimismo previsible rendimiento y
viabilidad.
Esos grandes grupos empresariales, serán la única base
posible para generar una red de pymes complementarias y de profesionales y
autónomos que las asesoren, defiendan, investiguen, prospecciones e innoven
para ellas sin cesar, no necesariamente con logros espectaculares, pero sí con
la imprescindible paciente tenacidad.
Lo demás, no son más que ganas de rodar en el estéril vacío
del tiovivo o en el no menos estéril cansancio del laberinto. En busca de
chivos expiatorios que nos rediman de una culpa que nos concierne.
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