Es pura demagogia criticar que cualquier pobre se gaste tu limosna en vino. Allá él. Lo tuyo, si te la pide y crees que se la debes o se la quieres dar, es dársela para que la gaste, una vez suya, como más y mejor le apetezca.
Es pura demagogia criticar que cualquiera, pobre o rico, use objetos preciosos, de marca o de prestigio y alto precio. Puede haber hecho, para tenerlos, un esfuerzo especial, un ahorro o haber merecido que se los obsequiaran, habrá incluso ocasiones en que con los ahorros de muchos agradecidos por cualquier motivo lícito.
Es pura demagogia criticar, como lo hacemos, desde el mirador de la envidia, cada privilegio que no queremos desmontar, sino sustituir personalmente a quienes los disfrutan.
En mi opinión, siempre es posible que equivocada, deberíamos afanarnos en estudiar modos y formas de construir la ciudad nueva, de nuestro tiempo, que antes o después tendremos que urbanizar y edificar para sobrevivir en los nuevos tiempos, que han llegado casi de improviso, sin tiempo para los más sensatos, los conservadores, los razonables, de darse cuenta de que la ley, la justicia y la razón que ya invocaba Segismundo desde La vida es sueño, han mudado contenidos, a medida que el tiempo, inexorable en su paso, a fuerza de erosionar, apilar, quitar de aquí y poner allá, tras de mudar el paisaje, nos ha convertido en humanidad nueva, de otra época, pero también necesitada de principios decantados de la nueva cultura, que viene siempre, como cualquier “material” del futuro, mezclada con su contracultura.
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