Fascinante mundo en que cada cual enseña, tapa, vela, disimula o presume de lo que tiene o lo que le falta o está a todas luces tarado o le parece antiestético o provocativo, jugando siempre al engaño, la finta, el regateo y a ver qué puedo ensayar para intentar quedarme con algo de lo que tiene el otro y me apetece con estas ganas locas de llegar pronto y muy arriba, donde todos me vean y me envidien, pero ninguno llegue y yo me muera de risa, que también es otro modo de morirse.
Te sientas, cómodo, en tu sillón, el que tengas, según tus medios, desde uno de mimbre cojo, rescatado de la basura, hasta uno de piel fina, o un Chester, comprado por más del salario de un mileurista de un año o dos, con reposapiés, a mirar la tele, enorme o minúscula, según también, y los ves, puro artificio, arreglo, refacción, disfraz.
También eso, al parecer, es vivir, que cada cual sobrevive en su pecera o en mar abierto, como puede, tratando de comerse al de al lado más pequeño, como los caníbales devoraban al enemigo más valiente, con fruición, para asimilar y aprovechas las proteínas de su arrojo. Pero también hay quien ama generosamente a su prójimo hasta el dolor.
Mundo curioso éste, nos decimos retorciendo el mostacho como el hidalgo de la fábula, donde muere la gente por el resultado de un partido de fútbol o porque se celebre o no un evento deportivo, con lo difícil y privilegiado que resulta esto de vivir, con tanta píldora de antes, después o simultánea, tanto artificio, tanta argucia y por si fuera poco el sacrificio, incluso, de los embriones de niño, su proyecto concreto, el nasciturus de la protección jurídica antañona, que lo tenía por nacido para cuanto pudiese favorecerlo allá el fondo, pura sombra en la ecografía.
Jugarse la vida a la ruleta rusa me parece un absurdo sinsentido, pero estas otras cosas que el periódico cuenta de que decenas de ciudadanos del mundo salten las hogueras de los peligros artificiales por un quítame allá ese balón, que se celebre o deje de celebrarse una carrera o un combate de lucha libre o de boxeo o se estudien o no las connotaciones de la tauromaquia, la taurofilia o la taurofobia me entristece, ahora que, viejo, me parece tan hermoso, peligroso, envidiable y deslumbrante haber vivido, estar todavía aquí y poder soñar nuevos sueños, jugar con los cinco sentidos y dejar que cada uno engañe con su alternativa dulzura a mis neuronas.
Probablemente deslumbrados, obnubilados, desconcertados y airados porque lo mejor de la vida, que es vivir, y sus circunstancias más próximas, que son esos sentidos, los instintos, el raciocinio, y, sobre todo, la capacidad de amar hasta la extenuación son gratis y se nos dan por añadidura, algunos insensatos de mala leche y peor intención, inventaron el dinero.
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