jueves, 26 de abril de 2012


Tierra, ésta, de pocos amigos y controversia fácil, donde tenemos desmedida afición a considerarnos todos los mejores y resulta que casi nunca lo demostramos luego, que una cosa es predicar y otra dar trigo, decía siempre mi abuelo Emilio.

Casi ninguno de nosotros puede jugar en equipo y no porque no sepa, sino porque como somos los mejores, ¿cómo se le ocurre al otro que vamos a colaborar con él? ¿cómo no comprende que quien debe colaborar es él y no al revés?

No se ha educado a una evidente mayoría a solidarizarse, y en cambio casi todos aprendimos ya desde el día que nos apeamos de la cuna lo singulares, especiales, diferentes que somos del vecino de más cerca, puesto ahí para secundarnos y ayudar y apoyarnos en el progreso que sin la menor duda merecemos.

Incluso cuando se habla de bandoleros, se advierte que no hubo de verdad cuadrillas, sino líderes de grupos. No se cita a la cuadrilla del Fulano, sino a Fulano, bandolero singular de la serranía, a que acompañaban unos cuantos innominados. Y hay que ver lo que cuesta a los entrenadores de fútbol enseñar a sus pupilos a pasar el balón cuando cerca de la portería haya otro mejor colocado.

Somos, cuando más, colaboradores ocasionales, ojo avizor de levantarnos con la poltrona y el cabás, en cuanto se descuide ese jefe que es que te digo –comentamos con nuestros confidentes- que no sabe dónde tiene al mano derecha. Individuos conocí, que, nada más entrar como aprendices en una empresa, ya empezaban a hacer sugerencias para mejorar su funcionamiento.

España y yo somos así, señora … solía concluir con gran regocijo del público un conocido charlista.

Nos va a costar esa idea, imprescindible de entender, a mi modesto juicio, lo de que si no asociamos ideas, esfuerzos y empresas, jamás seremos capaces de competir en un mercado de las dimensiones de los que hay en la plaza mayor del mundo. Algunos nos hemos pasado muchos años comprobando que nadie quiere asociarse sin previa seguridad de que tendrá el mando y la representación del conjunto. Justo en esta época de lobos y de leones, acostumbrados a acechar y cazar en grupo jerarquizado, nos asemejamos más a los orgullosos e independientes gatos, que se juntan, como mucho, hacia febrero, exclusivamente para lo que se juntan en el concierto del tejado de al lado.

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