Pesan, los libros. ¿Cuánto pesa un libro? Si, unos con otros, andan por el medio kilo, diez mil libros pesarían la barbaridad de cinco toneladas de libro. Demasiadas toneladas, tal vez demasiados libros. ¿Son demasiados alguna vez los libros?
Los hay que sobran. El Ama y el Cura echaban al fuego esos sobrantes, y Umbral creo haberle leído decir que los tiraba a una piscina. Mejor solución la del Bachiller, el Ama y el Cura. El fuego purifica más y mejor que el agua. Y no deja rastro, ni se corre el riesgo, como ocurre con la piscina, de echarse a perder.
Está por añadidura el asunto de si los libros sobrantes son o no los mismos para cada quisque. Y no. A uno le gustan los que otro desprecia y viceversa. Se van, así, amontonando. Mi buen, inolvidable amigo Jesús, por no buscar en su más que poblada biblioteca, tiene comprado el mismo libro otra vez. Y a mí me pasó alguna lo de comprar una segunda o tercera edición por lo bien hecha que estaba.
Manías. En cambio no soy como esos bibliófilos que les encanta atesorar incunables o vetustos ejemplares ilegibles. Siempre he pensado y dicho que los libros son para leerlos. Llevo como setenta o setenta y cinco años comprando libros, Tras de intentar un recuento minucioso y a ojo de buen cubero desde la mitad aproximada, calculo unos diez mil, entre libros, librotes, diccionarios, enciclopedias y folletos de cierta entidad. Lo dicho, entre dos toneladas y media y cinco.
Un día de estos echaré la cuenta del número de páginas, el de palabras, el de personajes que pululan por entre los pececillos de plata, que alguno habrá, empecinado como suelen andar los de su clase y condición en agujerear e irse comiendo el papel rancio de las ediciones más antiguas.
La meditación viene a cuento de la infructuosa búsqueda de dos libros que sé que están, pero se escondieron y por más que muevo polvo y telarañas, ni siquiera los encontré en los más oscuros rincones. Por lo menos, ordené algo otros hallazgos de ejemplares olvidados, que me devolvieron recuerdos de las peripecias de sus personajes. Una de las novelas la leí por primera vez, hace muchos años, de un tirón, con una noche en vela por medio, desde un mediodía hasta su siguiente. Ya llovió. Hace más de medio siglo.
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