Ambos cocodrilos quieren comerse la goma de borrar, vigilados por el hipopótamo, que está al quite. Si por un momento se descuidasen, el hipopótamo se quedaría el santo y la limosna, es decir, la apetitosa goma de borrar, que nada más me prestan a mí, por un momento cada vez, cuando me equivoco al tratar de resolver el crucigrama de La Vanguardia. Cada noche, a eso de las doce, a punto de cambiar de día, hago un crucigrama, otros días dos y hay otros más que ninguno. Los día que ninguno, entrevero un damero maldito de aquellos que decían que había inventado Conchita Montes y los ponían en La Codorniz, cuando yo era estudiante de Derecho y vivía en el mismo barrio que Conchita Montes. Compraba La Codorniz, hacía el damero, admiraba a Conchita Montes en el teatro. Ahora, muerta Conchita, La Codorniz es un vago recuerdo. La prodigiosa inventiva de Tono y de Mihura fue de capital importancia para crear un sentido del humor diferente de todos los conocidos hasta su tiempo. Empezaron con la Ametralladora, siguieron con La Codorniz y luego se aburrieron y lo dejaron, pero lo dejaron inventado, implantado, como una de las pocas salidas posibles para la estúpida crueldad del siglo XX, consecuencia de llevar dos antes empecinados en aquella desmesurada seriedad de la ilustración continuadora de la revolución, barro hecho de sangre, sudor y tristeza.
Pongo sobre la mesa las figuritas y les cuento –me miran con los ojos muy abiertos, ya algo escépticas, pero dudando todavía- que en el anaquel está el reino de las hadas, hacia que suben dos, trepando por una cuerda al final de que las espera el flautista, mientras las demás se mueren de risa, y más abajo están el burro, la foca que juega con la pelota y el pingüino, esperando al león para emprender una peregrinación al país de lo inesperado, que está más allá de los siete ríos, un poco antes del de nunca jamás.
Es lunes y me entero de que el Barcelona, ay, ha perdido su fusil de disparar balones. Ahora se enreda en su laberinto, se recrea, tal vez no le importe ganar. Lo decía el barón de los olímpicos: “lo importante es participar” y hacerlo con grácil soltura … No sé si la gente, los forofos, los fans, podrán entenderlo. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta ganar siempre?
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