domingo, 24 de octubre de 2010

Es la hora de … –dicen- y se empeñan en que algo tan inmutable como el pasado o tan imprevisible como el futuro, se adapte y configure de acuerdo con sus intolerancias. Cada día, incansables, sin embargo, dicen de viva voz o escriben ara que otros se entusiasmen con lo que les gustaría que hubiese ocurrido o estuviera a punto de ocurrir. Las cosas, gustaba de decir una muy querida persona, son como son, y vivir consiste en irse adaptando a lo que ya tenemos y procurar influir el lo que viene, darle forma, ajustarlo a la necesidad que en ese punto y hora tengamos.

El futuro, insisto, está hecho de polvo del pasado y esperanza, con gotas de ilusión.

Descuelgan los fantasmas del pasado, que son su recuerdo, y les intentan cambiar hechos y dichos. Mal asunto. Si aquello no te gustó, no trates de arreglarlo. Usalo como ejemplo de lo que por éstas o aquellas razone son te gustaría que el futuro se pareciese. Todo fue como fue y darle vueltas no sirve más que para convertirnos, si acaso, en derviches, puesto que aquello no se moverá y seremos nosotros los que giraremos sobre nosotros mismos con la estupidez ronroneante de la peonza o la baldía persecución de cada vehículo del tiovivo al que lo precederá eternamente.

Ha venido, esta mañana, un ramalazo de viento del desierto, que, paradójicamente, nos trae llovizna, a la vez que ese calor sofocante del ventarrón de las castañas. Octubre se ha hecho viejo. Le queda una semana para acabar de pintar de ocre y siena las hojas, otras las dorará o cubrirá de rojo, como las del haya. Por primera vez en celo, Laila no sabe lo que le pasa y me cuentan que ayer por la tarde quiso aprovecharse un perro vestido con chaleco. Ni hablar. Mi pobre perrilla blanca, que aún no cumplió un año, no hay derecho que traten de complicarle la vida. ¿O sí? ¡Quién sabe! La llamo y viene con los candorosos ojos verdes muy abiertos, se adivina que tratando de entender, como si nunca hubiese robado un filete ni roto un plato, y decido que es demasiado joven. Me obsequia con un par de ladridos y se va, pasillo adelante, con ese andar que tienen los animales a veces, que parece que no pisan.

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