viernes, 22 de octubre de 2010

Nada, nadie … ¿qué somos, entre seis mil millones de otros como nosotros? Me vuelvo airado contra el otro de mis yos que ha hecho, quejumbroso, la pregunta y le contesto que el único yo que ha habido en la historia de la humanidad. No hace falta ser alguien importante para ser único e inimitable, por más que muchos se nos parezcan. Y estoy seguro de que ninguno de los demás habrá visto nunca precisamente este paisaje que ahora miro y lo habrá visto como yo lo veo, cosa que hace que sean innumerables los paisajes que caben en uno solo.

En seguida, añado que ser diferente –a la vez que miembro del conjunto que somos-, no supone estimaciones comparativas. No se es mejor ni peor, sino ocasionalmente. En condiciones distintas, nuestra conducta habría sido otra. Somos, en parte, como los líquidos, que se ajustan a la vasija que los contiene sin dejar de ser ellos mismos.

El periódico es un cesto de palabras, el libro contiene una cantidad mayor, pero están más ordenadas. Este libro que ahora mismo tengo ahí al lado, dispuesto para una inmediata lectura, está pensado y hecho para que dure, lo pongamos en la biblioteca y esté allí, ofreciéndose para volver a una página conocida, donde la palabra y la frase afortunadas, las que después el lector recuerda, esperan para ser vueltas a examinar, tal vez aprender y poner en el disco duro de la memoria o en la pletina de la curiosidad. El periódico se improvisa y se olvida cada día. Por eso, cada día nos machaca con las mismas noticias o con otras parecidas, que incluso pueden llegar a hacernos creer que un incompetente ha dejado de serlo de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos. Poco probable.

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