viernes, 8 de octubre de 2010

Anda jugando el otoño, calor en Madrid chubascos en Asturias, la mar azorrada, gris plomo, quiere hacernos creer que torpe de reflejos. Sorprende, observo, en cualquier comedor, que se den las gracias, le hables a quien te está sirviendo la comida: nos estamos acostumbrando a mirar al otro como si fuese un robot. Hala, come, paga, fuera. Nada de degustar, paladear, disfrutar del regusto de la compañía amiga. Nada de sobremesas deleitosas, intercambiando banalidades o sorprendente ingenio. Todo eso es incompatible con la prisa, y con comentar que lo de la crisis va a peor, y que si son así o asao los políticos, los periodistas y el nuevo grupo genérico que nos ha brotado del ombligo social, que es de donde vienen ahora desde los bárbaros hasta los niños prodigio: los que llaman “famosos”, y sí que lo son, pero por los más curiosos y pintorescos motivos. Claro que la crisis, mejor dicho, las crisis, van a peor. Y a peor que todavía irán, porque estamos cambiando de época. Algo parecido a esto que nos está de ahora, ya pasó cuando aquello del Renacimiento. Nos queda recuerdo en las artes plásticas de lo que pasó entonces, la evolución de Boticelli, la tremenda sorpresa, al final, de El Greco. Aquel diluvio de luz y de color de la salida del túnel medieval. Como ahora, que venimos de un mundo convencido de que las únicas alternativas, ambas en ruinas hoy, eran, el comunismo o el capitalismo, cada uno por sí sólo, con exclusión y a ser posible exterminio del otro y previo despojo de la médula del espíritu, que otros decían la capa, de lo espiritual, para hallar el camino secreto de retorno al Edén. Me atrevo a augurar, aunque no sé para cuándo, una época en que renacer consistirá en la reconstrucción del ser humano completo y dispuesto a adoptar otro punto de vista, tomar otra perspectiva, buscar a fuerza de imaginación sendas para afrontar su destino y reanudar, a partir de esta nueva fractura, la historia, con una idea más clara y abierta de lo que somos. Da pena ser ya viejos y saber que cuando esto llegue no estaremos. Lo maravilloso está en que podamos imaginar su esbozo.

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