Pasaba por tu calle,
cuando niños, que ya te quería,
dejando una mirada
prendida en el alféizar
de tu ventana.
Te dejaba palabras al azar,
las que aprendía
y mejor me sonaban, del viejo diccionario,
al borde de la acera
enfrente mismo del portal
por el que tú saldrías.
No tenía yo entonces
dinero para flores,
no sabia
siquiera hacer caricias. Simplemente
pasaba por tu calle y te quería.
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