sábado, 16 de octubre de 2010

Hay, dicen, en el fondo de la mar, países, y continentes. La Atlántida, de haber existido, cosa cada vez menos probable, aunque todavía posible, sería hoy unos restos allá abajo, semienterrados, es decir, ¿asomando?. Hace una vida, durante un reconocimiento judicial sobre el terreno, partes, letrados, funcionarios y autoridad judicial se afanaron durante horas, intentando hallar vestigios de un supuesto hito o mojón delimitador de una finca. Llovía a más y mejor. Por fin, a última hora de la tarde y la luz de aquel día, la comitiva decidió abandonar la búsqueda. O no existió nunca o ya no está, opino su Señoría, que, mal pertrechado para el caso, había destrozado un par de zapatos de estupendo aspecto. Fue entonces cuando uno de los procuradores, que había permanecido quieto sobre terreno más aparentemente seco, anduvo y se descubrió que precisamente allí, sólo a flor de tierra, estaba el mojón. No hubo mala fé, puesto que era a la parte representada por aquel procurador a la que interesaba el hallazgo.

Así, bajo un caparazón abandonado al mudar, podría hallarse la punta de la torre más alta, orocalcio y piedras preciosas, del continente perdido. Los poetas y los soñadores se aferran a la última posibilidad. Los científicos echan cuentas, miden placas, consideran vestigios del lento desperezarse del Planeta y aseguran que las probabilidades, sin las hay, son infinitesimales.

Hablando del Planeta. Dieron anoche ese premio literario a Eduardo Mendoza. Todavía recuerdo el deleite que en su día me proporcionó “La Ciudad de los Prodigios”. La Barcelona se advierte en seguida que amada por este autor. Aunque no hubiera escrito otro, el premio lo habría merecido hace mucho, por ese libro inolvidable. Uno de los que tienen sitio fijo y preferente en mi modesta biblioteca, tan heterogénea como desordenada, pero no tanto como parece, y, en tramos, hasta cuidadosamente ordenada. La novela que recibe el premio creo que se llama “Riña de gatos en Madrid 1936”. Según el autor, no tiene que ver con la guerra civil. Difícil empeño, sustraer algo en el Madrid de 1936 de tener algo que ver con la guerra civil. Si Dios quiere, prometo leer y comprobar.

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