sábado, 30 de octubre de 2010

Lo bueno de ser es que puedes estar siempre en otra parte. Por eso, lo bueno de ser es ser persona racional, cosa que para mí supone disponer de imaginación. Si únicamente fuésemos, como alguno dice, seres racionales, la gente nos equivocaríamos mucho más a menudo y seríamos pesados y aburridos. La imaginación nos salva. Creo que es la única manifestación real de la libertad humana. Embarcados en sus creaciones podemos ser incluso diferentes de nosotros mismos. Y podemos incluso protagonizar cualquier capítulo de la historia, que, ¿por qué no?, gracias a la imaginación, hasta puede ser diferente de la historia real.

La imaginación, está además a nuestra disposición en cualquier momento y circunstancia. Lo que puede pasar es que la pasión desatada por una situación real nos arranque de tal modo, paradójicamente, de la realidad que nos quedemos en un momento dado incapaces de reaccionar y poder incluso salvarnos de nuestra propia estupidez, que es la que cuando estamos cegados por una sensación demasiado intensa, nos empuja a hacer estupideces.

Una sensación demasiado intensa nos aplana y despoja de la figura poliédrica en que consiste la humanidad personal. Puede llegar a parecernos que en la encrucijada de cualquier momento de la vida, donde se cruzan infinitos caminos, no hay más que uno.

Por eso a mí me asustan las policromías, los ruidos y sobre todo la prisa. Porque resolver suele ser urgente y, para ello, sintetizar, importante, pero sin perder la conciencia de que hay siempre infinitas soluciones para cada problema. Otra cuestión es acertar cuál podría ser en cada caso la más adecuada.

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