El mundo, ahora más pequeño, sin duda, con esos velocísimos aviones y la posibilidad de saber en cada instante lo que está ocurriendo en cualquier otra parte, sigue siendo enorme para nuestra pequeñez personal.
Aquí, en este rincón, bajo el cono de luz, escribiendo, no soy nada ni nadie para miles de millones de personas, que, ahora mismo, igual que yo, se consideran sin darse siquiera cuenta, sendos ombligos del mundo.
Cuanto ocurre tiene su entidad propia, pero para cada espectador es algo sólo visible desde su punto de vista y su perspectiva.
Recíprocamente, somos actores secundarios de la vida de cada protagonista, que, según desde dónde se mire, somos nosotros o son ellos.
La vida es una descomunal novela entrecruzada con otras muchas, que, así, forman tal vez una sola para una mirada desde el exterior. Todos somos a la vez protagonistas y actores secundarios. Es posible que todos seamos actores secundarios. O que el protagonista único seamos el conjunto y la vida una sola, el escenario de este ámbito en que la humanidad se viene moviendo desde que el primer ser humano tuvo conciencia de serlo, o tal vez desde antes todavía.
Porque si no, ¿cómo medir la vida? ¿la de quién?, si cada día mueren tantos y tantos otros nacen, unos han hecho y dicho su papel y salen, como de un escenario, mientras otros se incorporan y la vida sin embargo es posible que sea una sólo una y la misma.
Cuando alguien dice, cita, comenta que en este preciso momento, en el mundo hay alrededor de seis mil millones de habitantes, yo no soy más que uno de ellos, que, según desde dónde empecemos a contar puedo ser cualquiera, el uno el seis mil millones o el cuatro millones trescientos seis mil dos.
Os habéis dado cuenta, supongo de que con seis mil millones de personas actuando a la vez, en cada instante de cada día pueden estar pasando todas y cada una de las cosas que pueden ocurrirle a una persona. Es decir que con diferentes actores, toda la vida podría ocurrir a la vez y en un solo instante, en todos y cada uno de los instantes del día.
Y eso ¿es maravilloso? ¿desconcertante? ¿intrascendente? Yo diría que forma parte del misterio de la existencia, que entre todos integramos un intrigante misterio a través del que hay quien pasa sin darse cuenta, como si estar vivo, existir y poder darse cuenta de ello fuese algo sin importancia, un trámite administrativo.
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