lunes, 11 de octubre de 2010

“Puente”, llaman al abandono colectivo del trabajo durante las jornadas entre dos fiestas. No es como el de huelga, un derecho, sino el sinderecho de la oportunidad de mandar al patrono a hacer puñetas, dejar de mano, irse a imaginar al rincón preferido la llegada de las vacaciones que vienen, que ahora serán las de Navidad, villancicos, luces, sonidos, regalos brillantes, relucientes anuncias llenos de lo inalcanzable para millones de personas que no llegan más allá del lindero que marca la “paga”.

Sacar el coche, la carretera, desesperación, caravanas, inundaciones. Con suerte, volver, como la mayoría a Dios gracias, y con más suerte, que en el entretanto no haya venido el caco, que dice un cierto amigo mío que nunca duerme ni descansa, ni deja de probar a quedarse con lo ajeno.

Asombra escuchar que, será verdad, digo yo, que siete millones de personas se han echado a la carretera durante el “puente del Pilar”, que pasa por Zaragoza, aunque no vayamos, porque allí está la Virgen del Pilar, que dice la jota que quiere ser capitana de la tropa aragonesa.

En la Oficina de Correos, hoy “no reparten”, no hay clase en el colegio de los niños, que “la Virgen del Pilar dice, que no quiere ser francesa”, previene la jota.

Leo en el periódico que hay un señor no sé donde que asegura que la Europa del futuro volverá a estar alrededor de la Liga Hanseática, y que os de abajo, del sur, portugueses, italianos, griegos, españoles y demás aceituneros y pisauvas, volveremos a ser ciudadanos de segunda o tercera cuando Europa se rehaga y construya. Nosotros, mientras, enfrascados en la trascendental discusión de si podremos celebrar o no ferias y festejos taurinos, corridas, encierros, toros embolados, ancordados, de cornamenta ardiendo o del anuncio del viejo coñac.

No sé por qué ese afán de defender al toro y no dejar que celebre quien le pluga y vaya a los toros, con merienda, charanga y bota, quien le de la gana. Al fin y al cabo, centenares de toros disfrutan en cada dehesa, para que seis mueran de vez en cuando en la alegre intimidad redonda, heroica, mínima, del redondel de la plaza, cum laude la mayoría, que los hay cojos, cobardes y cuernirrotos que se salvan, indulto en pezuña.

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