lunes, 11 de octubre de 2010

Quieren traernos sus cosas habituales, el modo de comportarse, su cultura. Lo hicimos nosotros con muchos pueblos. Pensábamos, de buena fe supongo, que como lo nuestro era lo bueno, había que proporcionárselo. E inconscientemente, por añadidura, les llevamos también nuestros microscópicos y más o menos peligrosos enemigos, microbios que ni ellos ni sus microbios conocían.

Ahora vienen otros y nos traen, de buena fe supongo, lo suyo. Y sus puñeteros microbios. Y nos enteramos, amedrentados, de que surgen brotes de enfermedades tropicales desde nuestras aguas encharcadas, vía mosquitos y sus huéspedes que no podemos calificar de malévolos porque ellos se mueven por instintos, se reproducen, pican, chupan, transmiten y a pesar de todo son inocentes de la muerte, los temblores y la miseria que producen a su alrededor, que ahora es el nuestro, tan protegidos como nos sentíamos de estas cosas por años y años de civilización y una lejanía que ya no hay, desde que se puede ir en un plisplás desde cualquiera hasta cualquier otra parte del mundo, llevándonos y trayendo toda la corte y la cohorte de invisibles guerreros, que no distinguen y hasta puede que nos prefieran por el aquel de la ausencia de inmunidades de que otros, sus habituales huéspedes, habrán generado a lo largo de años y contagios.

Quien iba a suponer que en pleno siglo XXI apareciese un caso de malaria en una provincia aragonesa, como leo en un periódico que ha ocurrido, mientras los mosquitos tigre parece que vienen zumbando a aposentarse en el paraíso, para ellos, de nuestra charcas olvidadas.

Son hechos que constituyen mensajes que el conjunto biológico de que formamos parte proclama, pero nos tratamos de semiocultar para que nadie tema la llegada de estos simpapeles microscópicos que ni venden en mantas ni piden ni compran nada. Sólo necesitan chuparnos una cantidad infinitesimal, aparentemente sin valor, de sangre, que ni a una gota llega y que es probable que, si supieran hacerlo, hasta nos agradecerían, pero que tampoco están enterados del inesperado peligro que constituyen.

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