viernes, 8 de febrero de 2008

Ahora todo es demasiado, y como consecuencia, también lo son los desechos, lo que antes llamábamos basura y cabía en cualquier rincón y el ayuntamiento lo tiraba en un mínimo vertedero a donde no iba nunca nadie. La basura está amenazando con echarnos de la ciudad. Se aprecia cuando dura más de un día cualquier huelga de funcionarios municipales y se amontona, ominosa, por las esquinas, a las puertas, tapando las calles. O cuando vas por la carretera y ahí mismo, casi al alcance ya de la mano, se alinean y apilan los coches rotos, aplastujados, destrozados, despiezados y abandonados en cada vez más extensos cementerios de chatarra progresivamente más y más ferrullenta, que es la manera local de decir que oxidada. Ahora se han reunido, leo, sesudos varones que han discutido qué hacer con lo que nadie quiere y nadie sabe qué hacer con ello, por lo menos cuando su presencia o su acumulación amenaza con herirnos, inficionarnos o incluso matarnos, que eso no sería lo peor, que lo pero sería que contribuyese a irnos expulsando, reduciendo, reconvirtiendo en nómadas de los que antes seguían a la caza o buscaban nuevos pastos para sus rebaños y ahora trataríamos de encontrar territorios habitables. Dicen que hasta afuera, más allá de la atmósfera, se van acumulando piezas, trozos y máquinas de desecho que giran a nuestro alrededor formando tal vez anillos como los de Saturno, por ahora ralos, pero a la vuelta de poco quién sabe. Y que en el fondo del mar, por ahora sellados, se amontonan en un mundo hace poco exclusivos de los calamares gigantes y los ciegos peces abisales, los residuos de las investigaciones nucleares. Espero que a ningún monstruo de las profundidades se le ocurra mutar las eventuales tenazas en abrelatas y nos reenvíe la letal basura resultante de este entretenimiento nuestro de ir estrapallando y quebrantando los brillantes componentes mínimos de cada átomo que habíamos supuesto última partícula de lo que cada vez puede ser más pequeño, hasta llegar al vientre de madera de la última muñeca rusa, que fue la que abrió Pandora una vez.

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

Cómo me alegra Bosquete ver tú weblog palpitante.

Es verdad, dicen que hay basura espacial. Supongo que los trozos que van soltando los de la NASA en sus viajes. Que para ir un poco más allá sueltan una parte de la nave.

Por no hablar de aquellos pobres del Challenger. Que se desintegraron o es lo que cuentan. Claro que si es verdad que la materia no se destruye estarán flotando aún por ahí convertidos en alguna otra cosa.

Es curioso. Convertimos ese drama en un chiste. Recuerda que se preguntaba ¿qué es lo último que se oyó en el Challenger antes de que estallara?

Dejad los mandos a la mujer.

Esas cosas son muy nuestras. Somos capaces de hacer un chiste de todo.

Un abrazote.