La noche empieza hoy como una sonata,
con la luna aún creciente,
sin demasiada tristeza en su luz
y sin que necesite el paisaje, dormido,
ninguna música para ablandar sus límites y hacerlos soportables.
No los hay,
cada farola mira pensativa su cono de luz,
bajo en que enamorados,
muy jóvenes, se arreglan
la ropa
al salir de lo oscuro, con un beso doliéndoles
en la boca, y las manos obcecadas
todavía en buscar
tope al recuerdo de una última caricia
de la huída.
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