JUEVES 7 DE FEBRRO DE 2008
Hay una pequeña bandera,
arriba, en lo más alto
de mi montaña.
Cada vez que suben y conquistan –dicen-
su cima, victoriosos, atléticos
montañeros, hay un elfo
que la retira, espera que se vayan
y la vuelve a clavar, con una sonrisa de desprecio.
Nadie puede –me dijo un día- mientras ambos
contemplábamos el atardecer con nostalgias distintas,
conquistar ninguna montaña.
Llegan exhaustos, echan una mirada, si acaso
clavan una bandera
y huyen, y la montaña recupera
su inconmensurable libertad
el solitario silencio
que sois incapaces de comprender los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario