domingo, 17 de febrero de 2008

(Viene, como si estuviera equivocada, la primavera, con flores abiertas, botones, hojas nuevas en las puntas de las ramas casi recién podadas. Da miedo que no llueva, con las fotografías de pantanos casi tan secos como la imaginación política de este segmento del mundo del exceso, donde hay tanto que el problema es estar al día de lo que se inventa –eso que llaman, llamamos, gadgetmanía- y de lo que se publica –esa incontenible avalancha de libros, un verdadero alud, tantos periódicos, cargados de novedosas noticias acerca de las interpretaciones posibles de cada palabra, frase, norma, conducta- o de las invenciones manipuladoras del subconsciente).

La poesía, ¿será por eso?
hoy
se reconvierte en prosa, “prosema”, es la palabra
inventada para el caso.

La prosa tiene hambre de poesía,
esa prosa asilvestrada, o esa prosa
aristocrática,
quimérica.

Si hubiese un mundo especial, la prosa
estaría compuesta de malencaradas palabras,
revolucionarias
-¿y la poesía?
-sigues –respondería el fantasma de Gustavo Adolfo-
siendo
tú.

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