Dame, Señor, la luz
y dame fuerza
para hacer
el camino.
No el que yo hubiese querido hacer, sino éste, por lo menos,
mil veces iniciado y otras tantas
fallido.
Dame, ya que no es posible que llegue
a ninguna parte, que complete
una
buena
acción
siquiera, y
fuerza para estar cada mañana alzándome
de la aridez del polvo seco del fracaso mío de cada día
y que la muerte me sorprenda
intentándolo, aunque vuelva a ser sin éxito, de nuevo.
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