domingo, 24 de febrero de 2008

Leo con cierto asombro que un profundo estudioso ha llegado a las mismas conclusiones que yo, con mi modesto bagaje, comparado con el suyo. Debe ser que estoy en el buen camino para tratar de llegar al límite de mis posibilidades de acercarme a sospechar alguna de las características de alguna aproximación a la verdad.

Y en seguida cambio en tercio y se me ocurre que la memoria, esta útil herramienta, no puede ser lineal, sino que conserva, como fotografías en un álbum, imágenes de momentos concretos, pero que es bueno que así sea. No podríamos probablemente soportar la memoria fiel y exacta de nuestra trayectoria vital. Y tal vez por eso, cuando la vejez se va acentuando, apoderando de nosotros, la memoria de lo más reciente se difumina y la de lejos se fosiliza, pero cada vez en menor número de páginas del álbum, hasta que supongo que desaparece, como preludio del conocimiento.

Llovió, esta noche, se ha suavizado el frío, en vuelto ahora en humedad. Leo en el periódico que se me ha muerto un conocido de hace mucho, casi coetáneo, de repente. El jueves pasado, en la ciudad, nos saludamos, como siempre, sin saber que era la última vez. Nunca se sabe. Esta mañana, cuando iba a buscar el periódico en que viene esa noticia, semiescondida entre los apretujones de la creciente excitación electoral, cantaban con especial dedicación no sé si uno o dos pájaros. Anteayer, en el monte, que subí a hacer unas fotografías aprovechando los juegos del sol y la calima, el sueño del prado, junto al precario camino, estaba sembrado de margaritas y dientes de león, había cardos y una laurela profundizaba en el verdebrillante del haz de sus hojas con entusiasmo.

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