domingo, 25 de septiembre de 2011

Advierto que cada vez hay más gente que se apunta a darse cuenta de lo que está ocurriendo. Ojalá sea tiempo aún de tratar de poner en marcha medios y mecanismos que eviten que la gente haya de sufrir demasiado para hacer sucesivamente los apaños, las reparaciones y la refacción, al final, indispensables para incorporarse aunque sea ya en marcha al futuro que está pasando a nuestro lado desde hace alrededor de tres lustros ya, quince años perdidos en la disparatada convicción de que las cosas o se iban a arreglar solas o las arreglarían antes o después los misteriosos “ellos” a que solemos intentar atribuir la mayoría de nuestros fracasos y la de los males que nos afligen.

Con razón tiene el hombre miedo a la libertad.

Haberla logrado, tener arte y parte en la soberanía del grupo, supone asumir la parcela de responsabilidad inseparablemente aneja.

-Es que esos que me representan y gobiernan se comprometieron a …

-No son más que encargados tuyos y míos, unos a que hemos conferido mandato de hacer, decir y pensar en nuestro nombre y representación, dependiendo de nuestras decisiones y como consecuencia, asumiendo nosotros la responsabilidad de cuanto hacen por nuestro encargo y en nuestro beneficio.

-¿Y si no saben o no pueden?

-Hemos de cambiarlos por otros. Pero somos nosotros, los que consciente, deliberada y responsablemente hemos de hacerlo y, en su caso, lo más recomendable sería que lo hiciésemos cuanto antes.

Los partidos políticos no son no son ni siquiera, como a veces pretenden ni depositarios ni instrumentos de la soberanía, sino vehículos de acceso a propuestas del ejercicio de nuestra representación y gobierno.

No deben ser nunca los partidos políticos los que gobiernen y nos representen, sino personas concretas que los partidos seleccionan para proponerlas al pueblo soberano como más adecuadas para gobernarlo y representarlo, no para bien del partido y con arreglo a sus intereses, sino para bien del pueblo y de acuerdo con los intereses del pueblo.

Nosotros, el pueblo, nunca mejor dicho, soberano, somos en conjunto y comunidad nuestros dueños y los señores de nuestra libertad inalienable, indivisible, perteneciente toda a cada uno de nosotros, sus cotitulares, y toda, a la vez, a nuestro conjunto.

Hay quien olvida a veces que un pueblo es una conmixtión de personas y un estado una conmixtión de pueblos, verificadas las cuales cada ciudadano de un estado es cotitular de su soberanía, pero no de una cuota divisible de su soberanía, sino de toda una soberanía indivisible, insisto, toda ella perteneciente a todos sus cotitulares y toda ella perteneciente a cada uno de ellos.

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