lunes, 5 de septiembre de 2011

No digas nunca que nunca o que siempre,
di siempre
que no hay nada que dure más allá de ahora mismo.

Mañana
todo será diferente
y dentro de muy poco, nosotros mismos
ni siquiera estaremos en algún recuerdo.

Ahora es la eternidad,
lo que pasa
es que nosotros no sabemos permanecer,
nos pasamos de día y de hora, como los jugadores de La Oca,
una y otra vez.

La eternidad
consiste en que nos detengamos, coincidamos
con el dibujo de nuestro perfil,
la línea de conducta
convertida en cielo o en infierno
bajo la preocupada, atenta mirada del buen padre Dios,
que, sin cesar,
nos llama a todos a Su lado.

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