martes, 6 de septiembre de 2011

Cambias de vida cada vez que mudas el escenario en que vas a moverte durante cierto tiempo, mayor o menor del hasta entonces habitual. El riesgo está en que esa mudanza no tiene casi nunca previstas las demás que en ambos entornos, el anterior y éste de ahora, se van a producir en torno a ese cambio tuyo.

Resulta desconcertante haber cambiado para acomodarte a los modos de otra persona que a su vez cambia y te encuentras en mitad de la calle, solo y con la cara que se le queda a uno en tales casos.

Fuera de la eternidad, que es la quietud por excelencia, no hay nada inmutable. Los desesperados esfuerzos que hacemos la gente para encontrar algo donde asirnos, donde descansar con cierta seguridad, me sugieren la imagen de un nadador cansado, con la cabeza apenas fuera del agua, buscando pie o asidero para sobrevivir.

Cuanto parece lugar de descanso es ilusorio. Cualquiera puede transformarse en campo de batalla de ejércitos de cuya presencia no nos habíamos dado cuenta al llegar y tendernos sobre la hierba, bajo el frondoso dosel del soto junto al rumor del un apenas visible arroyo.

Me llaman por teléfono y me preguntan lo que pienso del futuro económico. Mi interlocutor se enfada porque la respondo que los futuros económicos no son casi nunca previsibles con un mínimo de probabilidad. Pero hombre, insiste, a corto plazo. Los plazos no juegan un papel demasiado importante cuando se trata de economía, finanzas, dinero o comercio. Cualquier plazo puede bastar o no llegar ninguno. Lo único cierto es que para tener éxito has de disponer de algo que otros, preferentemente muchos. por alguna razón, necesiten y están en situación y disposición de pagarte o de darte a cambio lo que tú necesites. Pero es importante que no haya alguien que, con poder o información superiores a los tuyos, distorsione la situación, cambie su apariencia o su realidad y desbarate el asunto.

Pero entonces, vacila …

La economía, como la vida, son juegos en que se pueden hacer y con frecuencia se hacen trampas grandes y pequeñas. Como consecuencia, ambas son imprevisibles. Sobre todo ahora, cuando la tecnología nos ha apiñado tanto a los hombres, a las gentes, y cualquier trapacería o cualquier ocurrencia de alguno en las antípodas puede conmover a los asustadizos jugadores de bolsa y provocar alteraciones en el pulso de los índices.

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