Se descuelga la agencia, una cualquiera, con el primer apunte relativo a mi pronóstico de que jamás se iban a pagar las deudas pendientes. Se cierne sobre cada banco el avechucho carroñero de quitas y esperas, provisiones e incertidumbres.
Cuantos concursados y quebrados en el mundo han sido, dieron como primera respuesta a los acreedores de primer impago que “lo suyo” no era más que un insignificante problema de provisional iliquidez.
Los altos ejecutivos –luz artificial, corbata, en mangas de camisa, amilubina- les suelen llamar “problemillas”. “Tenemos un problemilla”, dicen entre dientes, con heladas sonrisas de hienas.
Lo siguiente, también desde que el mundo es mundo de mercaderes, comerciantes y mercachifles, es proponerle al acreedor por qué no asociarse. Con nuestras ideas y tu solvencia nos comeríamos el mundo financiero en pocos días.
Cada negocio mercantil, comercial o financiero tiene elevadas dosis de aleatoriedad. Y por buena que sea la voluntad, por inmejorable que la intención, siempre hay algo que puede salir mal y arrastrar, cuando más importe, mayor racimo de implicados.
No te digo nada cuando, consciente o inconscientemente, vas metiendo en la batidora, en la hormigonera, mayores cantidades de materia prima, es caso de la economía, dinero, imaginario.
Todo dinero que viene es imaginario, por sólida que sea la solvencia de quien debe generarlo y quien pagarlo. Por buena que sea su honrada, su honesta voluntad de pagar y pagar en tiempo y del modo previsto, sin cláusulas, decía el viejo Código de comercio y subrayaba don Joaquín en sus clases, de gracia y cortesía.
El comercio, las finanzas, la economía, son cosas y casos para corazones fuertes y jugadores impávidos.
Es inútil rebuscar culpables, que los habrá, seguro y cuando no hay harina, todo es mohína, desesperación y cabreo. El hecho está ahí y hay que afrontarlo: no se puede pagar lo que el común debe, luego alguien, probablemente muchos, tienen que perder de lo suyo y pagar lo que no saben que entre todos debemos, para recomponer caminos hacia lo viable. Lo viable, según Pero Grullo es no gastar más de lo que puedes generar en cada ejercicio económico.
Endeudarse es gastar dinero de momento tan imaginario como el de las cuentas de la famosa lechera de la fábula. Hay una línea roja, de tolerancia, que seguramente vimos todos hace no sé cuántos kilómetros de tiempo, pasada la cual, el dinero ya no es sólo imaginario y se convierte más tarde en quimérico. Por esa provincia andamos.
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