jueves, 1 de septiembre de 2011

Esta tarde de un primero de setiembre bochornoso y pluvial, dejo mis cargos y me reduzco a viejo profesional que escribe y trabaja al medio gas que corresponde a su condición.

A partir de hoy, al dejar de tener cargos, soy un poco más yo mismo, o por lo menos así me lo parezco sin necesidad de espejo. Y cuando diga o haga algo, nadie podrá interpretar un comportamiento o una manifestación institucional, sino que todo será personal, para los demás menos, para mí, más trascendente puesto que no estará lastrado por la prudencia, al no implicar a nadie más ni compartir con nadie más mis actos u opiniones.

Me confieso asustado, por otra parte, puesto que lo que se hace o dice institucionalmente tiene el amparo de un colectivo en que confías y que confía en ti. Es como ir en una gran embarcación, cada uno en su puesto, desde los gavieros hasta los encargados del achique. Ahora mismo, la analogía es con esos marineros jubilados que salen a la bocana del puerto con sus lulieras a pescar chipirones y allí, solos, dependen de su pericia y del manejo a pareles de unos precarios remos.

La diferencia, diría Kipling, entre el amparo del espíritu del regimiento y la soledad del explorador que avanza solo por terreno aún desconocido.

Tengo que pensar si ha llegado el momento de cerrar el cuaderno de bitácora.

Cierro los ojos, y la tarde
se reduce a oscuridad y silencio
muy en lo hondo del cual, aún graznan unas gaviotas
como pespunteando la música de fondo
que el cine nos ha enseñado a presentir,
mas que oír, en cada secuencia.

Pesa el aire de la vieja estancia
cuajada, desbordada de recuerdos,
símboios,
desordenada plétora de abalorios,
que no valdrían nada apenas, para nadie,
pero son,
nada más y nada menos
que las huellas
dejadas fuera de cada recuerdo
por esos caprichos inesperados de la memoria.

Hay, sin haber, voces,
palabras entreoídas.
Alguien me está diciendo que si cierras los ojos
puedes volver a cualquier momento, pero ya
no será el mismo, sino una veleidad
de la memoria inquieta, que mezcla,
hechos, sueños, recuerdos,
fracasos y arrepentimientos.

La vida, a pesar de todo, sigue
su inexorable peregrinación hacia el otoño.

No hay comentarios: