lunes, 5 de septiembre de 2011

La pensión Lombao, que dije, estaba en Carretas, 6, 2º, en realidad, cuarto piso de uno de aquellos caserones del viejo Madrid, casi detrás del Ministerio de Gobernación, el del reloj de fin de año, al lado del kilómetro 0 de las carreteras de España. Era 4º piso porque había el bajo, a la altura de la calle, alquilado a Sederías Carretas, entresuelo, principal, 1º y nuestro segundo, con un letrero a la puerta, de esmalte blanco y letras negras: Pensión Lombao, y debajo lo de Viajeros y Estables. Los estables éramos los estudiantes, Pepe Sánchez Valledor, su primo Evaristo Fernández, los hermanos Ortiz, Pepe, Luis y Armando, Pepe Orejas, Ramón Gurriarán, su primo Ezequiel y yo, que recuerde, la señorita Felisa, que trabajaba en Balenciaga, Nines, morena de verde luna y ojos negros, radicalmente brillantes, que empezaba en el Ministerio de Hacienda, mi primo Enrique Armas y su colega Antonio Llordén, que trabajaban en el Sindicato de Industrias Químicas, había además un policía muy secreto, de nombre asimismo secreto y Socorrito, algo parienta de la patrona, que decía que ella era “roja y republicana”. Y luego, entre los de paso, merece mención especial el señor Alarcón, viajante de joyería fina, andaluz, supersticioso y genio del mus, que, cuando lo cobraba así, decía siempre: “amarraco limpio; Nicolasa, borracha, que estás puta” y se regocijaba de su muletilla, añadiendo lo que dicen siempre los museros de pro, de que ellos estaban allí el día que se inventó el juego, y todos los demás seguimos siendo unos aprendices y unos manazas.

Estuve allí mi primer curso y el primer trimestre del segundo, que dicho primero era como un preparatorio selectivo, nos hacía atravesar, aparte el crisol del Derecho Romano, que nos impartía don Ursicino Alvarez, por la Historia del Derecho, con don José Maldonado y don Galo Sánchez, Zumalacárregui, se apellidaba nuestro profesor de Economía Política y el de Derecho Natural era don Mariano Puigdollers.

En segundo curso, empezábamos Derecho civil parte general, con don Federico de Castro y Penal, también parte general, con don Eugenio Cuello Calón, Político, con don Nicolás Pérez Serrano, que iniciaba puntualmente sus clases a las 9 de la mañana y Canónico con el decano, don Eloy Montero. Acababa de publicarse la primera y poco después famosa Ley de Arrendamientos Urbanos, que llamaron Ley de Enredamientos Urbanos y se convirtió en seguida en campo de batalla entre los inquilinos y los arrendadores, súbitamente atrapados éstos en los diabólicos inventos de la prórroga obligatoria y la congelación de rentas, como secuelas todavía dolorosas para el cuerpo social de la guerra reciente. Recuerdo un seminario convocado para estudiarla e interpretarla por don Federico de Castro, en que destacaba la sutileza jurídica de un entonces catedrático de Civil de la Universidad de Santiago de Compostela, que había venido a participar, don Amadeo Fuenmayor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola:

Le saluda un bisnieto de la Pensión Lombao.

¡No deje de escribir!


Un saludo.