martes, 21 de septiembre de 2010

Asoma el hocico el viento del nordeste, que casi nunca es huracanado, pero húmedo sí, de polvo de espuma, que el viento del nordeste es el que afloja la presión del verano, aquí en la costa y les pone crines blancas, de espuma, a las olas y la desmenuza en polvillo y la trae, casi aire, hecha humedad que a los viejos se nos atraganta al respirar y nos da congoja, cuando parece mermelada el aire húmedo, propio del viento del nordeste. Adoramos, en la costa, este viento, que cuando más verano enfría, quita el sofoco, reseca, a pesar de todo, la hierba y se queja el ganadero de que le agosta la pación.

Hoy es fiesta, san Mateo, así se llamaron uno de los apóstoles y mi bisabuelo, el padre de mi abuelo materno, que era músico. Mis dos carencias son el inglés, como idioma, y saber tañer cualquier instrumento, como ser humano. Los humanos, que necesitamos expresarnos de todos los modos posibles, deberíamos saber, todos, tocar algún instrumento, decir personalmente la música, que, donde acaba la poesía, es capaz de dar cauce de expresión todavía más clara, lúcida. Mi bisabuelo Mateo dirigía, tocaba el violín y el piano, y el otro de sus hijos, mi ti abuelo Pedro, fue concertista de piano y compositor de hermosas piezas musicales que por fortuna ha sido posible recuperar, en casi totalidad y enlatar en cedés. Aprovechando el ordenador, superpongo a la música de mi tío abuelo Pedro, que murió muy joven, cuando la gripe del dieciocho, en Portugal, su patria de matrimonio y adopción, algún poema escrito por mí y creo que mi abuelo Emilio y mi tío abuelo Pedro, me escucharían quiero creer que complacidos. Mi abuelo Emilio tocaba el piano y el violín, también, pero yo no lo oí nunca, porque no volvió a tocarlos desde que murió su único hermano. No conocí ni a mi bisabuelo Mateo ni a mi tío abuelo Pedro, ambos nombres de apóstoles, pero hoy, día de san Mateo, les dedico un recuerdo.

Mi otra carencia es el inglés. Cuando aquel bachillerato de mil novecientos treinta y nueve, época de ser o de parecer neutrales en la tremenda guerra que bamboleó el mundo, si estudiabas francés en primer curso, tenías luego en cuarto que estudiar alemán, y para estudiar alemán en cuarto, tenías que haber elegido italiano en primero. Todo un lío. El francés era un idioma que todavía conservaba el prestigio de haber sido lengua diplomática del siglo anterior, XIX, te precipitabas en él y ahora pagamos muchos las consecuencias de no haberse parado nunca más a estudiar el idioma que, con el español, iba a cubrir el mundo. Lo vamos aprendiendo a leer y traducir con esto de la red, que lo hace casi indispensable, hasta que Job invente el traductor instantáneo para sus innumerables Mac, cosa que hará, ya varéis, cualquier día.

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