lunes, 13 de septiembre de 2010

La parte digamos oscura de la realidad ¿es negativa? ¿Ocurre como con los componentes de la arquitectura material, el cosmos de lo más pequeño, los átomos, que me dicen que se cohesionan a base del magnetismo de los iones? ¿Es el equilibrio de la realidad, cuando se produce, un fenómeno magnético de cohesión de contrarios? Bien saben los tiranos que la unidad de sus siempre ocasionales súbditos se hace más fuerte cuando aparece un enemigo común, alguien de signo contrario, pensamiento opuesto, convicción enfrentada, que, de no existir, hasta a veces les conviene inventar e inventan sin el menos escrúpulo, convencidos de que sus fines justifican los medios.

El atractivo de los contrarios ha llegado a generar fenómenos tan impredecibles y difíciles de entender como el síndrome de Estocolmo, que, te paras a pensar y acabas preguntándote si no será que el odio o la aversión, destilados en un buen alambique, pueden dar gotas de orujo o de néctar parecido.

Sugiero un haikú o una jarcha, difícil, que dentro de sus estrechos límites formales establezca la necesidad de la mirada amada nos cierre los ojos en oscuridad receptiva o la oportunidad de que una agresión física o verbal genere la ternura de una también alternativa caricia.

Tal vez hubo un tiempo en que cada palabra tenía su exacto sentido y otro en que cada palabra podría tener media docena de significados. Entonces, un poema podía ser sólo unas pocas palabras, que dirían lo que quien las escuchara seleccionase el mejor sentido para conjugarlas, recitarlas, según su propio estado de ánimo.

Incluso el más hermoso poema, podría imaginarse consistiendo en una palabra nada más. Tal vez la eternidad pueda decirse -¿expresarse?- con sólo una inimaginable palabra.

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