viernes, 3 de septiembre de 2010

Ni tanto ni tan calvo. Hawking, que no sé si se escribe exactamente así, pero creo que cualquier eventual lector sabría de lo que estoy hablando, ni lo sabe todo ni sabe tan poco. Ahora se le ha ocurrido negar la existencia de Dios, pero tampoco podrá probar tal y tan negativo aserto. El hombre de todos los tiempos ha buscado desesperadamente a Dios, siempre y en todos los tiempos. No es una prueba de que exista, pero acredita que en el hombre hay algo que se lo hace necesario. Por eso lo buscamos, indagamos incansables, gritamos de vez en cuando eureka, convencidos, y poco después nos quema la duda las entrañas, pero seguimos buscando. Incluso Hawking, tras de negar, insiste en que explicará de algún modo lo que sólo en mi opinión Dios podría, si quisiera, explicarnos con todo detalle. Yo les confieso que no puedo probar ni la existencia ni la inexistencia de Dios, pero insisto en mi voluntad de creer y esperar. No sé lo que espero. No puedo imaginarlo, pero sería mucho peor no esperar nada, sería, de hecho es tremendo pensar que más allá de la banalidad de una existencia inútil no hay nada para justificarla. La polémica que ha empezado a arremolinarse carece de sentido, habida cuenta de que no cabe probar ni las aseveraciones de los tirios ni las réplicas de los troyanos. Al final no hay más que un empate en los argumentos y una necesidad evidente en la esencia del hombre, que sigue discutiendo, pensando, llegando a conclusiones, proclamándolas y defendiendo a capa y espada posturas, criterios, hipótesis reveladoras de una inquietud, una búsqueda incansable y parece que inevitable, que únicamente puede resolver por ahora un acto de la voluntad. Por probable que sea esto o lo otro, mi afirmación de que creo o la de Hawking, que dice que él no, sólo admiten una respuesta personal, el acto de voluntad de decir creo o no creo. Yo digo que creo. Y no me pregunten más, porque no tengo más explicaciones y por no saber, ni siquiera puedo imaginar cómo es Dios. Ese Dios indispensable del que no sé más que me ha hecho el regalo de una vida que comparto con El y con sus criaturas y con el resto de la creación, cuyas maravillas me rodean y hieren, o acarician, mis sentidos. ¿Del mal y del dolor? La oscuridad es el complemento de la luz. No habría luz, no podría haberla, si no existiera la oscuridad.

No hay comentarios: