lunes, 27 de septiembre de 2010

Estoy de rodillas. Os aseguro, Anado, Rommey, Wanda, y todos cuantos habéis puesto un comentario, a lo largo del tiempo, pacientemente, durante años, sin que yo os dijese, sin que yo acusara recibo, sin que yo os agradeciera la compañía, el roce de vuestras palabras con mis palabras, el insuflar de vida que para mí ha supuesto esta tarde saber que estuvisteis ahí, y el muy imbécil que soy, sin darse cuenta de que quienes administran de verdad el blog habían inventado un apartado, ellos de buena fe, los pobres, por si los spam y los cockies y todas esas vicisitudes que andan al acecho y son la parte oscura que se necesita para equilibrar la tierna contextura de vuestra voz hermana, más que amiga. Estoy de rodillas y tengo el corazón, la cabeza, los tobillos, el hígado o cualquiera que sea el órgano donde se fragüen la amistad, el afecto, el cariño, la bienquerencia, agradeciendo que durante años hayáis respondido, hablado, cuando yo me sentía tan solo, cada vez que abría el blog y me encontraba con cero comentarios, en lo más profundo del bosque, en la selva sideral que existe sin duda entre los planetas de las galaxias lejanas. Bienvenidos. Os abrazo. He leído hoy lenta, cuidadosamente, cada renglón, cada manojo de palabras, y mis escritos para recordar de qué iba la conversación. No me salen palabras bastantes de agradecido afecto. Imaginadlas como un repique volandero de campanas, que han echado fuera de las grietas de la espadaña, de los mechinales de la torre a la multitud alborotada de las cornejas. Hoy ha sido fiesta en este blog. Gracias, gracias, gracias.

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