miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hay siempre al borde del camino
pedruscos sueltos,
que,
levanto
y se arremolinan insectos de todos los colores,
a veces, una víbora irritada
o una desconcertada salamandra.

Hay siempre, al borde del camino
rincones escondidos, llenos
de vida, que mi curiosidad, altera,
descompone.
Hormigueros, que, por pura diversión,
excito.
Grillos, que, solo por recordar la niñez,
interrumpo en su incansable propósito
de abrir las cremalleras del ocaso,
los refugios secretos del viento.

Ya en casa,
me arrepiento de haber sido un misterioso,
horrible monstruo destructor
de la placidez de la existencia de tantas criaturas
mucho más inocentes que yo,
tal vez incapaces
de culpa,
que estoy seguro que ninguna
me guarda, sin embargo,
el más mínimo
rencor.

Hay siempre, al borde del camino
de la vida,
rincones y refugios de lo incomprensible
que es
la vida misma.

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