Me han dado una paliza, once futbolistas del Hércules de Alicante, sin poder hacer yo nada para ayudar al Barcelona CF de mis preferencias, más que ir viendo en la tele y el ordenador cómo pasaban los minutos y el que iba a ser un entrenador, eso que llaman creo un sparring en la jerga del boxeo, se alzaba con una limpia, brillante, admirada victoria, que en esta locura colectiva del fútbol hay victorias estrepitosas y derrotas demoledoras, como en las guerras, y lo que antes era deporte puro y duro de patadón y tentetieso, que ensayábamos los nenos de mi tiempo en las playas y las plazas del pueblo, en el caso de las plazas perseguidos en seguida por Quintín y Félix, los municipales, ahora mantiene a toda una pléyade de consejeros, asesores, entrenadores y fisioterapeutas, que hacen ejercicios poco menos que taumatúrgicos para sacar hasta la última gota de provecho de los poco a poco superhombres que se alquilan a los equipos para reforzar su ejército, deslumbrar al personal adicto y llenar si es posible las vitrinas de copas y más copas de todos los tamaños y materiales imaginables, que tampoco hace falta que sean preciosos porque lo importante y lo que genera dinero a montones es todavía la honrilla del título o la del ascenso de categoría. El fútbol en general y el de cada país en particular están llegando a mover más dinero que los mismísimos países implicados en cada campeonato, cada vez más frecuente para mover más dinero cada vez, en una espiral creciente, desmesurada, aterradora.
Nos han dejado, a mis más admirados y desde luego preferidos futbolistas como dicen que andaba el gallo de Morón, sin plumas y cacareando, pero, además, reconcomidos de rabiosa impotencia, porque esto del fútbol, por mentira que parezca, nos mueve a todos, incluidos los que si no somos, deberíamos ser un poco más serios. En el pecado de esa afición llevamos la penitencia de palizas como ésta, que escuecen y cuando llega la época, hasta se repiten, llueve sobre mojado y al final de temporada se te queda esa expresión de niño que perdió el globo. Te pongas como te pongas, le digo a mi mujer, que aprovecha para tomarme parte del poco pelo que me queda, somos como niños.
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