lunes, 18 de junio de 2007

DOMINGO 17

En medio de junio, que es camino iniciático de la peregrinación que concluye a la puerta de la ermita del señor san Juan, que es su noche mágica, la más corta del año, pero la más llena de misteriosas cosas y desconocidos conceptos, presencias ni siquiera soñadas e inimaginables esencias. Tomo, distraído, un vermú, aceitunas rellenas de anchoas y el sol, en la ventana de la anciana cafetería con sillas de madera dura, bruñida, brillante. Leo una novela que acabo de comprar y on el mismo argumento de la que compré la semana pasada, como si la imaginación de casi todos los autores estuviese colectivamente dormida y coincidiesen casi todos en meter el brazo en el saco del tenebroso pasado medieval en busca de códices mágicos y malignos, hermandades de asesinos y malandrines, palimpsestos milagrosos y turbias asociaciones cuyos tentáculos llegan hasta la temblorosa, indecisa, precaria civilización nuestra de domingo de primavera airada, con coletazos de sol y atisbos de frígido nordeste, que me seca el sudor con helados zarpazos.

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