Tengo un rimero de libros en cola para su lectura en algunos casos apasionada, en otros debida. Te vas embarcando en la obligación de seguir, pongo por ejemplo, a los protagonistas de aventuras que acaban por parecerse a las antiguas sagas, solo que ahora se publican como libros independientes y si uno se escapa al asiduo lector que soy, me doy cuenta porque algún personaje está ahora reñido con la protagonista que amó un día o viceversa. Lo que en cambio hacen estos superhéroes es no envejecer tan deprisa como la gente normal, y pocos autores tienen hoy la precaución de Miss Agatha Christie, que la honra en cierto modo, pero en parte desconcierta y en parte defrauda, de tener preparada una novela publicable tras de su muerte en la que también fallece su héroe, Hercules Poirot, el pobre, que no tuvo la culpa de la muerta de su creadora. De ahí que contra las previsiones de la autora, Hercules no acabara por ser un personaje como debe ser, independiente y hasta díscolo, y desde luego liberado de la condición de marioneta de su creadora. De este modo no pudo pasar como con Sherlock Colmes, que sigue viviendo en su casa de Londres, y me han dicho que incluso se conserva la placa indicativa, al lado de la puerta del portal, por si uno de nosotros tiene algún complicado problema y decide que Sherlock podría resolverlo. Cosa que dudo por aquello de la afición a la cocaína del sabueso. Por más que el doctor Watson lo habrá tomado a tiempo de su cuenta y sometido a alguna clase de eficaz tratamiento.
Recorro el ejército de los bloggs. Hay tantos como libros imaginaba en la biblioteca de Alejandría o en la de la abadía de El nombre de la rosa. Ahora todo es desmesurado por el tamaño, el peso o el número. Cada vez más capaces, la gente nos descubrimos cada vez menos capacitados para tener y retener partes significativas del conocimiento siquiera de las cosas que pasan. No da tiempo a estar al día, y con esto vuelvo al principio de mi anotación de hoy, ni siquiera a leer los índices de los libros que me gustaría conocer, estudiar a fondo, analizar, disfrutar con ese sosiego de cuando no tienes otro y has de conformarte con ese durante una noche de insomnio en un hotel de cama dura donde el silencio es como una niebla apabullante. Y lo mismo pasa con los bloggs. Sobre todo con esos que escritos en chino o japonés, no sé, interesan más precisamente por ser tan imposibles de leer. Hace muchos años, alguien me regaló un facsímil ininteligible que considero una de las joyas de mi biblioteca. Lo hojeo, me detengo en los miniados, imagino que dice esto y aquello, pero el libro, impertérrito, sigue siendo un misterio impenetrable para mi curiosidad. De vez en cuando lo saco de su rincón, lo relimpio, de nuevo lo hojeo y ojeo con deleite. Es siempre nuevo, distinto, sin duda mágico.
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