En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 5 de junio de 2007
Hoy, martes, cinco de junio del año dos mil siete, no hay más que una noticia cuya sombra ha cubierto todos los paisajes, las planas de los periódicos, los planos y las voces de los noticiarios televisados, radiados, comunicados y comentados del mundo: han decidido volver a matar de modo indiscriminado, distribuir la muerte al azar entre culpables, inocentes, conocidos y desconocidos. Han decidido sembrar la semilla horrible de la muerte. Y lo más sobrecogedor es que inexorablemente, siempre se cosecha lo que se siembra. No hay nada mas reñido con la naturaleza íntima, con la esencia del hombre que la decisión de matar. Estamos aquí para sembrar y mantener la vida, regándola con amor. Morir es humano, pero matar no. Matar es renunciar a ser lo que se es y trasmutarse en naturaleza y esencia de la muerte misma. Hoy es un día de inconmensurable dolor porque si la enfermedad de un hombre se acusa por toda la humanidad, hoy todos hemos entrado en un estado patológico de gravedad extrema.
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