viernes, 1 de junio de 2007

Los niños,
como las flores,
hablan en verso desmedido,
sin rima ni compás, súbito,
directo al corazón.

Usan siempre la palabra apropiada, regularizan, incluso,
los desesperantes verbos irregulares,
y con insoportable crueldad,
te dicen, si lo eres,
que eres feo, tremendo, insoportable,
y,
tan tranquilos,
se marchan al jardín a jugar con sus muñecos
y sus bicicletas, según.

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