miércoles, 27 de junio de 2007

Me engañan, una vez más, al comprar a través de un catálogo en que se anunciaban por un gran almacén determinados muebles cuyo transporte y colocación correrías de cargo del vendedor, acudo al establecimiento y los dichos transporte y colocación son de cuenta del comprador. Compro y pago con indebida mansedumbre porque ya había hecho sitio para los dos objetos y estoy cansado, tras de un día de escuchar dos sesiones, mañana y tarde, de literatura, con comida prácticamente de trabajo en medio. Dos investigadores me cuentan de sus apasionantes hallazgos y de lo difícil que es romper los cercos de la habitualidad en el modo de interpretar hechos y textos, pero el estudio es eso: detenerse donde los demás pasan dando por sentado que los indicadores son todavía válidos y descubrir que cabe mudar su interpretación, acercarse un poco más a otros conocimientos que yacían prácticamente a la vista de todos, pero semiocultos por el hábito de pensar que estaban definitivamente resueltos e interpretados. Se entusiasman ambos describiendo la emoción que produce hallar la nueva clave que permite una lectura diferente de la que se había venido haciendo durante a veces siglos. Compro dos libros, una novela policíaca y el otro que habla de historia. Hace tiempo descubrí el peculiar encanto que tiene redescubrir nuevas perspectivas de la historia en apariencia ya escrita en su definitiva versión, que se desmorona y debajo aparecen las posibilidades de interpretar los hechos de modo distinto. Otro mundo que había desdeñado y con el tiempo me interesa y a veces deslumbra son las memorias y autobiografías. Pero aquí hay más peligro, que salta sobre todo a la vista cuando el autor cae en la tentación de describir su niñez y adolescencia con los ojos de ahora y pinta un imposible joven que es su propia caricatura. Algún libro, y mira que es difícil que yo haga tal cosa, ha ido a la papelera por ese motivo. -

No hay comentarios: