En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 21 de diciembre de 2007
Cínico, ateo y despectivo, el entrevistado no quiere, por lo que sea, hablar de sí mismo, pero actúa como una marioneta, ¿un personaje recién inventado por él? Va, viene, representa, realiza todo un muestrario de desplantes. Es –o intenta desesperadamente ser- original como sería incluso para sí mismo insoportable haber sido con cierta continuidad. A pesar de todo, sigo, fascinado, el relato que hace de su resistencia a estar entre los demás como si pudiéramos dejar de ser como somos y cambiar de acuerdo con un modelo preestablecido o, como más bién parece en este caso, improvisado. Si, insisto, improvisado, porque no se advierte coherencia en el comportamiento de este espécimen humano, tal vez desalmado, en el sentido de habérsele envenenado el alma, con motivo de alguno de los acontecimientos, realmente horribles, que presenció en su juventud y vivió en una especie de aparte de la humanidad de su entorno, en que en poco tiempo, así, sin más, se exterminó a un grupo humano y él lo contempló como si estuviese fuera del asunto, mero espectador. Tal vez allí murió un poco. O un mucho, y por eso, como si hubiera fabricado para el caso una prótesis de sí mismo, tiene que fingirse cuando ya no está en el mundo real. -
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