jueves, 13 de diciembre de 2007

La carretera desde mi pueblo hasta la capital de la provincia, hoy, por añadidura, autonomía, stá de nuevo en obras. En realidad no ha dejado de estarlo desde que la construyeron porque nada más inaugurar casi todos sus tramos ya, inmediatamente entró en obras de conservación, reparación y nuevo ensanche. Hoy, para ir y venir, tiene un viaducto largísimo que está en unas delicadas obras que al parecer consisten en sacar a la luz sus más íntimas estructuras de acero centrales, para enganchar en el equivalente de su larga espina dorsal, cada cierto número de metros, unos tirantes que soportarán, cuando los acaben de construir, un voladizo para cada lado del ancho inicial del puente- ¿Cuándo un puente deja de serlo para convertirse en viaducto? Tuve un amigo que cuando hicieron estos tan largos largo de la entonces nueva carretera nueva se lo preguntaba y nos preguntaba. Nadie lo supo nunca. Es cosa instintiva, de pronto un puente parece tan largo que sin querer le llamamos viaducto. ¿Y si no coincidimos en el criterio de longitud? Sencillo. Será puente para ti y viaducto para mí, o a la inversa. El viaducto estaba hoy pletórico de hombres con uniforme amarillo, que se afanaban entre máquinas, pedruscos, cables y varillas de metal. La pequeña ciudad, como ayer la grande, estaba llena de lucecitas de Navidad, las calles llenas de gente, de cada tres o cuatro, uno llevaba una bolsa de las del mismo gran almacén. ¿Llegará un día en que en alguna grande o pequeña ciudad llegue a ser este gran almacén la tienda única donde compraremos definitivamente de todo? Lo considero posible, igual que creo que un día los coches se enredarán de tal modo unos con otros que no habrá manera de que puedan seguir y las calles de la pequeña o gran ciudad acabarán por convertirse en depósito lineal y gigantesco de coches definitivamente inmóviles, rodeados de gente excitada, vociferante, impotente.

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