sábado, 15 de diciembre de 2007

¿Vamos? -pregunta el cocker,
moviendo, enloquecido de alegría, el muñón
que queda
de su proyecto de rabo- ¿vamos?

Salimos, a la helada decembrina,
que hace llorar, sin pájaros ni sol aún,
por más que lo anuncie ese atisbo de luz,
que baja del collado.

Canta, toda la naturaleza una canción cristalizada, hecha
de carámbanos, que irisan los pensamientos,
porque hay como una expectativa
de Navidad.

Hay alguien inconcreto, amparado
en la delicadeza de los frunces
de la cortina, apenas un escorzo, en la ventana
de la planta de la calle, donde la reja.

Cae la cortina, como un adiós definitivo,
un desprecio. El perro no, pero yo sueño con unas manos pálidas,
expresivas,
que embozan la desconocida sonrisa con un sueño.

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