domingo, 30 de diciembre de 2007

Todo ha cambiado, pero no es un deliberado propósito de llevarnos a todos por determinado –a veces pensaría que indeterminado- vericueto, sino que ya tantas cosas y conceptos han cambiado alrededor, que el hombre se ve obligado a reajustar sus conductas personal y social. Por añadidura, creo que se mezclan los asuntos con demasiada ligereza. Son tantos los cambios que parece a algunos que vienen todos del mismo motivo y tienen el mismo propósito. Son demasiadas cosas, demasiados conceptos, demasiados motivos como para sintetizar por ejemplo toda la evidente y variopinta problemática del divorcio, la eutanasia, el aborto, la deseducación, , la vejez, las pensiones, la atención de los incapaces, la violencia intersexual, las uniones homosexuales y la exhibición de la impudicia, son, entre otras, manifestación de una supuestamente exclusiva causa, que sería la evidente crisis de la institución familiar.

Y todavía puede constituir mayor error que se trate de recomponer la familia como era cuando la sociedad y la gente eran de otro modo y vivían de manera diferente.

Muchos desechan la evidencia de que la sociedad y las personas han cambiado de tal modo que es imprescindible reorganizar la estructura social desde los cimientos hasta el remate de la cúpula.

Hasta anuncian botes de unas peladas y sin semillas para que esta gente que somos, cada vez más inútil a fuerza de confiar en que todo nos lo arreglen unas máquinas progresivamente sofisticadas, coma, a las doce de la noche del lunes, las uvas con mayor comodidad y sin interrupciones.

Menos mal que una de mis nietas me ha traído esta mañana una varita mágica, por eso de que le dijo alguien que soy amigo de Harry Potter. La muevo, pero siguen sin publicar el último tomo de la saga, que ya hemos leído la mayoría, creo, en traducciones apócrifas que flotaron en la red. Este mundo es peligroso, la vida que en él vivimos, lo es asimismo y cada vez más, pero también son curiosos, divertidos, desafiantes, sugestivos. Es un privilegio esto de estar vivo, que milagrosamente renueva –tal vez recrea cada amanecer que se nos concede.

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