En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 28 de diciembre de 2007
Me dio pena, ayer, el viejo poeta, que me dijo: oye; ¿tú sabes por qué ha dejado el viento de mover las palabras? No es el viento, es él quien murió no sé cuándo, en pie aún, como dijo Alejandro Casona que mueren los árboles.
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