martes, 11 de diciembre de 2007

Sólo puede gozar de libertad un grupo social dotado, alternativamente, de sólidos principios o de exquisita y generalizada educación. La falta de unos u otra hace suponer a algunos que la libertad consiste en hacer lo que les dé la gana y eso desemboca en la oclocracia o gobierno del populacho, que ya execraba Polibio en su Historia. Leo la de España. Es como una novela que cuenta las vicisitudes, propósitos, aciertos y yerros de los protagonistas de la historia. Supongo que la demás gente de que la historia no habla más que como colectivo, coro invisible a que de manera ocasional se escucha como un vago rumor de fondo, son equiparables a la masa de que se obtiene el papel en que se escribe la historia en que no aparecen con nombres y apellidos más que unos pocos que en su época respectiva fueron significativos. Hay reyes, cardenales, traidores, mártires, profesores, artesanos y artistas. Allá, al fondo, o se prefieres al pie, el coro, como en las tragedias griegas, se supone, casi invisible, sufriendo en el anonimato, o gozando, esto de la vida, tan imprevisiblemente hermoso o tan horrible. Se despacha en un par de renglones una época de peste u otra de hambruna, te paras a pensarlo y advierto que la historia puede ser algo tremendo para muchos, a la vez que feliz para otros. Y está ocurriendo ahora mismo.

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