Cada día muere un montón de gente sin saber por qué. Algunos se equivocan y piensan que es por un ideal que se desgañitan defendiendo mientras se enfrentan a su destino, pero ni siquiera eso. En realidad van a morir defendiendo el error de otro que les ha logrado convencer de que tiene visos de verdad definitiva.
Hay también grupos que mueren en los caminos. Van en busca de algo que ni siquiera saben si existe: un hermoso paisaje, un sueño, la felicidad o la sabiduría. Cada cual se imagina que encontrará algo, por más que no sepa lo que busca. ¿Cuántas y qué sorprendentes respuestas cabría obtener si preguntásemos a la multitud que se ha desplazado este fin de semana que hoy concluye, cruzándose en un continuo tejemaneje de ir y venir por España y por el mundo a dónde van, por qué y en busca de qué?
Creo que en determinados pueblos, se negaban hasta hace poco los individuos a ser fotografiados porque suponían que el fotógrafo les arrancaba y se llevaba una parte del alma del retratado. Ahora que cada vez se hacen más fotografías de esas de quita y pon en tarjetas regrabables, lo que se lleva la gente de paso es la parte del paisaje que habían visto en postales o ilustraciones. Y es que también pasa que hay quien viaja y rebusca para comprobar y tratar de revivir experiencias ajenas.
Deduzco que hay mucha gente que vive sin vivir en sí, como dice el místico, pero a diferencia de éste, que muere porque no muere, aquél es que muere sin haber vivido, y pienso yo que tiene que haber otra vida compensatoria de su fracaso.
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