viernes, 13 de abril de 2007

Garrapatear la excusa por excusarte, que es lo que te queda, me queda, cuando estoy quemado de toser este catarro primaveral que se me va haciendo el de todos los años y viene antes o después de Semana Santa, según caiga la Semana a primeros o mediados y hasta fines de mes. Bueno pues me niego a hacerlo. Si el catarro es lo más importante de lo ocurrido hoy, será lo que deba contarse en el cuaderno de bitácora de la travesía, que es como la “caja negra” de los aviones caídos, que en seguida las buscan a ver por qué y seguirán, cuando las encuentren, sin enterarse del todo, que las catástrofes no tienen más explicación cabal que las que les daban los griegos, que para ese fin habían inventado una legión de dioses atropomorfos y como tales, caprichosos, de modo que a uno de ellos le daba por ahí y te dejaba tieso en cualquier rincón, alcanzado por tu destino. Y quién puede asegurar que no sea Palas Atenea, cabreada por el mal concepto en que últimamente tengo yo a Aquiles, el de los pies ligeros, la que desde las ruinas del Olimpo me dispare la ballesta del catarro y hala a toser durante la noche, que ni duermes ni dejas dormir a la parienta.

En otro orden de cosas, bueno puede ser que ponga por escrito mis dudas respecto de este asunto de publicar cada año, por la fiesta del libro, alguna obra que se halle agotada y merezca la pena revitalizar, regalándola, para celebrar la fiesta. A veces, poner ideas sobre un papel, puede aclararlas. Mi duda estriba en a quién acudir para seleccionar la obra que merezca la pena. Yo lo haría, pero sería mi preferencia, escasamente fundada ya que no so ningún erudito. Y se me ocurre que debería formar un pequeño grupo de pocas personas, tres o cinco, que me aconsejaran. La coincidencia de varios expertos en un nombre y, después, en un título, creo que puede ser suficiente garantía y una buena dosis de objetividad.

Habrá que seguir madurando la idea para tratar de que dé fruto el año que viene, Dios mediante.

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