sábado, 21 de abril de 2007

Me llega otra bolsa de libros que no tengo tiempo para leer ni espacio para guardar. Debería haber horas extraordinarias para devorar, asimilar tanto libro, tanto esfuerzo humano como el de cada autor que se desangra página tras página, para que luego, a veces, le digan que eso que escribe no es literatura. Ocurre. Hace poco leí de un crítico que decía del autor cuya obra acababa de disfrutar, según él, de sufrir, que lo que escribía aquel pobre no era literatura. Cuando todo lo que se escribe, hasta los anuncios, las esquelas, los sueltos, las erratas y los desvaríos son literatura. Otra cosa es que le interese a quien recibe cada papel escrito, cada columna de páginas urdidas entre sobresaltos o dejadas fluir como el herido que se va desangrando y ya le da igual porque ha perdido la capacidad de sentir, incluso el instinto de sobrevivir, pero sigue escribiendo, porque escribir tal vez sea su vida, necesaria cada palabra que deja en el papel como sístole y diástole de su corazón cansado, prematuramente envejecido por el hecho de ser escritor. Envejecen antes, sobre todo los mejores, porque viven de modo inexorable su propia vida y la de cada uno de sus personajes. Recuerdo aquel día que estaba yo comprando y distraído pregunté al dispensador de libros –que aquel no era librero y hay diferencias- si tenía alguna edición de “obras completas” de Lope de Vega. “No las hay, no puede haberlas, me espetó un estudiante de gafas redondas y adolescencia evidente, sabio pese a su insultante juventud, Lope escribió innumerables obras”. “Mil y quinientas ha escrito, bien es que perdón merezca –según su poema de la antología aneja al viejo libro de nuestro bachillerato”-. No hay como ser mozo y sabio para pararle los pies al presuntuoso intelectualoide que pide unas obras completas de Lope. Lo recuerdo cada vez que abro el tomazo de las “escogidas” de Aguilar, que otro amigo mío criticaba con acidez porque estaba hecha, a su entender, la edición, con tanto descuido, que entre tomo y tomo, hasta repetían obras. ¡Menuda historia! Entre “innumerables” y “repetidas”, las que habrá

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