En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 3 de abril de 2007
La esperanza es creo lo que nos empuja. La esperanza es una inconsciente. Ignora, pese a estar concebida como virtud capaz de adentrarse por delante de nosotros, que más allá sólo hay más camino, mayor incertidumbre, curiosidad más grande, necesidad más imperiosa, todo ello insaciable. Somos proyectiles lanzados con fuerza progresiva, que deben arder a lo largo y quemarse en cierto momento de su trayecto, con consecuencias inimaginables. Para Quien nos lanza, tomándonos de su carcaj aparentemente vacío, todo es y está completo y conocido, incluso el destino en que se hinca lo que queda de nosotros cuando aparentemente hemos desaparecido de la nube de flechas de que formamos parte. Desaparecido de lo que fuimos, estamos siendo y seremos. Convertidos en aquello para que existimos desde que sabemos que somos trayecto, parte, individualización de un concepto, indispensable e insignificante porción de un todo que no existiría sin cada una de nuestras individualidades, que, sin embargo no necesita para ser y estar, de ahí el privilegio de que nadie sabe por qué, hemos dispuesto, de vivir, que es ya convivir de un modo u otro, para siempre. Siempre, un inimaginable concepto que puede paradójicamente enunciarse con una sola palabra de siete letras y dos sílabas.
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